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Landscapes (After Tarkovsky Polaroids)
Girbent

Del 25 de julio al 4 de septiembre, 2024


Exposición individual de Girbent en Pelaires Cabinet. Texto de la exposición escrito por Arturo Castro.


Tras revisar desde una perspectiva contemporánea el Interior con figura, Girbent retoma en esta ocasión otro género de nuestra tradición pictórica: el paisaje.


Y lo hace a partir de las poéticas fotografías polaroid de paisajes del cineasta ruso Andrei Tarkovsky.


Perseverando en su modus operandi habitual, el artista selecciona de entre la colección de polaroids de Tarkovsky algunas de ellas para proponer un retorno de estas imágenes a lo que muy posiblemente fue su referencia inspiradora originaria: la pintura de paisajes.


La exquisita delicadeza con la que el artista encara la conversión en pintura de estas imágenes me inclina a pensar en un Girbent enamorado de los árboles de Tarkovsky. El artista se involucra en una traducción pictórica de las imágenes persiguiendo un ideal de belleza más oriental que occidental. De hecho, se puede rastrear en la serie la influencia del clásico texto de estética de la cultura japonesa El elogio de la sombra de Tanizaki (obra que Girbent me confesó haber leído). Es patente que hay en estas pinturas una renuncia explícita a la luz clamorosa del mediterráneo (a la luz occidental, podríamos decir) en favor de una luz tamizada, incierta, tenue, que apenas alcanza a iluminar parajes sombríos, misteriosos...


Hay una especial atención al matiz en la penumbra, en la variación sutil de tonos en lo oscuro. Pinturas de sombras ricas en las que las texturas y tonalidades características de las fotografías polaroid adquieren un subrayado especial.


Para llegar a todo esto, según confesiones del propio Girbent, ha sido el proceso mismo el que ha ido generando sus propios criterios durante su desarrollo, sugiriendo al artista el camino a seguir para alcanzar la mejor configuración posible de la propuesta.


La realización de estos paisajes ha constituido, en definitiva, una experiencia singular para el artista, que ha sido inducido a abandonar sus ideas preconcebidas sobre la serie para dejarse determinar en sus decisiones por las sugerencias que brotaban del propio desarrollo del proceso. Un Girbent devenido intérprete de algo que sucedía por la fuerza de su propio desarrollo intrínseco ha trabajado (por ineludible necesidad) con un recurso no contemplado a priori: acumulación de tiempo, tiempo y más tiempo invertido en la elaboración de estas refinadas pinturas. Una buena dosis de paciencia poética como único camino de acceso a la resolución que la propia propuesta exigía.


Lo que nos muestra esta serie en última instancia es un Girbent que en esta ocasión ha trabajado contra sus propias inclinaciones al aceptar el envite que se le ha presentado, con todas las consecuencias.


Como si fuera obligado por implacables razones ajenas, Girbent fue acotando su selección inicial de polaroids sobre las que trabajar hasta llegar a las cuatro definitivas... Aunque las pinturas de la serie final sean cinco.


Y es que el artista ha introducido en esta propuesta otro tema a partir de una decisión aparentemente banal pero determinante, al cambiar la naturaleza de la serie repitiendo en pintura dos veces una de las polaroids, dando lugar a dos obras distintas a partir de una misma imagen.


Para Girbent la pintura es (entre otras cosas) una incesante creación de diferencias. En consecuencia, para el artista, en pintura las copias no existen: todo son originales.


La segunda repetición pictórica de la primera de las cuatro imágenes elegidas cambia radicalmente la naturaleza de esta serie de pinturas en relación con la serie de polaroids de Tarkovsky, que es una serie finita. Como finita es la serie de polaroids finalmente seleccionadas por el artista.


La serie de pinturas, sin embargo, ha devenido potencialmente infinita.


Para acabar, me permito una reflexión final...


Estas imágenes pintadas comienzan, una vez transfiguradas en pintura, a establecer conexiones con la tradición pictórica (intuyo ecos de Constable, de Turner y especialmente de David Caspar Friedrich).


Unas pinturas de innegable aspecto clásico con las que Girbent propone su apuesta habitual: radical arte contemporáneo bajo una apariencia tradicional.


El mensaje de fondo que creo que Girbent nos lanza es: no nos precipitemos en el etiquetado de una obra a partir de la primera impresión, atención a todo lo que se oculta bajo la superficie. Y es que, más allá de lo aparente, es preciso dar un paso atrás para vislumbrar con perspectiva y en su conjunto la operación de la cual estas pinturas de pequeño formato son resultado: una operación modesta pero audaz... Y radicalmente contemporánea.


Veamos tal operación con un poco de detenimiento:


Las imágenes originales que conectan la extrema sensibilidad de Tarkovsky con las texturas y tonalidades propias de la fotografía polaroid (una relación afortunada) se complican ahora con la aportación de las potencias de la pintura y las de la repetición. Y no pasemos por alto la intervención de otro filtro de alta sensibilidad solapándose con el de Tarkovsky: el del propio Girbent. Una agitación de envíos y reenvíos pulula bajo la superficie calma de estas pequeñas pinturas.


Intuimos un juego con la imagen (el paso de un arte a otro) y percibimos la apología de la obra en segundo grado habitual en Girbent: lo que él llama "crear en márgenes estrechos".


Lo que queda es un despliegue de las imágenes en un teatro distinto: nuevas singularidades en las que se solapan las inquietudes entreveradas de dos espíritus, como dos voces que susurran a distintas profundidades.


Dicho todo esto, constato además que en estas pinturas vibran las paradojas: las imágenes son las mismas y son otras, los paisajes son ahora de Tarkovsky y son de Girbent... Las pinturas son a la vez clásicas y contemporáneas.


Y en última instancia, estas pinturas postulan un nuevo paradigma. Y me explico: entiendo Landscapes (after Tarkovsky polaroids) como una nueva tesela en el mosaico que Girbent lleva un tiempo componiendo con sus distintas muestras: la configuración de una propuesta pictórica coherente con las reglas del juego que rigen este siglo XXI -el siglo de internet y de la I.A., un siglo XXI en que, en Arte, todas las opciones están contempladas a priori- y que han desplazado preceptos centrales imperantes a lo largo del siglo XX, en lo que consentimos en llamar la Modernidad. Unos preceptos que mantienen, por cierto, todavía una poderosa inercia en los medios de comunicación de masas y entre el público en general.


En este sentido preciso la obra de Girbent es clásica en apariencia y contemporánea en esencia, pero no moderna.


Arturo Castro


Vistas de la exposición "Landscapes (After Tarkovskys Polaroids)" de Girbent, Galería Pelaires (Imagen de David Bonet, cortesía de la Galería Pelaires).